La Cuaresma y su multicolor nacional

Véritas Liberabit Vos/Daniel Aceves Rodríguez

 

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Nuestro origen racial mestizo del cual diría un destacado poeta producto del estaño español y del cobre indio, así como nuestra cultura sincrética tan llenas de la influencia europea y de la autóctona de Mesoamérica dan a los mexicanos una rica y variada amalgama cultural muy propia que trasciende fronteras por su filigrana y sutileza de colores, aromas y sabores tan propios y firmes que hacen de nuestro país una mención obligada de reconocimiento y folclore.

Así todas nuestras festividades y celebraciones tienen ese tinte especial y distintivo tan propio de nuestra tierra que adereza lo espiritual con lo gastronómico, como caleidoscopio armónico entre la fe, lo profano, la alegoría, lo sentimental y tradicional con un sentido netamente eutrapélico que enriquecen el orgullo de haber nacido en este suelo.

Al igual que la Navidad las celebraciones de la Semana Santa fueron implementados por los evangelizadores durante los tres siglos en que se desarrolló la Nueva España y que sentó las bases de lo que sería esta nueva nacionalidad, encontrando por ende características y detalles privativas solo de nosotros como mexicanos y que inclusive de Estado a Estado o de región a región difieren en su desarrollo sin mermar la esencia espiritual de cada oficio devocional.

La Semana Santa no es la excepción, y si bien esta se lleva a cabo de acuerdo a los cánones litúrgicos de la Iglesia Católica, las costumbres y tradiciones que conlleva su celebración es todo un tratado de una fe consuetudinaria y una armonía gastronómica podría señalar que única en el mundo.

Aunque la Semana Santa inicia propiamente con el Domingo de Ramos la tradición mexicana la lleva al viernes anterior donde se conmemora el Viernes de Dolores caracterizado por el montaje de Altares muy parecidos a los de nuestra tradición de muertos pero estos dedicados a la Dolorosa inundados de velas que al encenderse dan la apariencia de un incendio típicamente acompañado por una dotación de vitroleros llenos de agua fresca especialmente la de limón con chía que es ofrecida por los anfitriones del altar a todos los visitantes que hacen la coloquial pregunta de ¿Ya lloró la virgen? En recordatorio a los dolores que le predijo el anciano Simeón cuando cargó al Niño Jesús.

El Domingo de Ramos que recuerda la llegada de Jesús a Jerusalén y que fue recibido con vítores acompañados de ramos y palmas de olivo, el pueblo de México es por demás artístico en la elaboración de palma trenzadas con las cruces e imágenes que solo la creatividad de las manos artesanales pueden producir, estas palmas serán las que un año después se utilizarán para elaborar la ceniza que se impondrá a los feligreses en el inicio de la Cuaresma.

El Jueves Santo que se conmemora La Cena in Domini o sea la Cena del Señor con el lavatorio de pies e instauración de la Eucaristía previa a la oración del huerto y la aprehensión del Redentor; la tradición en muchos lugares es la Visita a los 7 Templos donde se supone los fieles reproducen algo similar a lo que vivió El Salvador al ir del Cenáculo al Monte de los Olivos donde fue apresado, llevado de ahí a la casa de Anás, de ahí a la de Caifás, luego con Poncio Pilatos, luego con Herodes, de ahí a Pilatos y después en su doloroso camino al Calvario, siete cambios de lugar que se traducen en la presencia en siete lugares como son los templos, aparte como ese día en la última cena se comparte el pan, la costumbre en varias ciudades es la venta de empanadas con relleno salado o dulce, o simplemente recibir en el templo un bolillo, una semita o algo similar.

El Viernes Santo es un día de sacrificio estipulado por el ayuno y la abstinencia, que es llevado a lo propio con los Vía Crucis o representaciones de esta vía dolorosa a lo largo y ancho del país, siendo famosa la que se realiza en Iztapalapa dechado de elaboración y detalle visto y seguido por miles de personas y conocido en todo el orbe, pero que es aprovechado por gran cantidad de fieles para cumplir promesas o buscar alguna forma de expiar sus culpas, así en un marco de devoción y tradición se participa igualmente ya en la noche con las Procesiones del Silencio parecidas a las que se llevan a cabo especialmente en Sevilla pero sin las capuchas o los cilicios.

El Sábado Santo que debe ser un día de luto los mexicanos lo recordamos vengándonos de quién traicionó al Maestro y por ello en muchos barrios aún persiste la tradición de La Quema de Judas que no son sino monigotes de cartón con la imagen de algún personaje que en el momento represente o encarne el mal ante la sociedad para que al colgarlo cual emulación al suicidio del apóstol este empiece a explotar con los petardos de su interior siendo un momento de convivencia y alegría, igual costumbre era mojar a los vecinos (esto era cuando el agua no era un elemento que escaseara) y así se esperaba a que se abriera la Gloria y celebrar el Domingo de Resurrección donde ya todo era felicidad.

La Cuaresma y Semana Santa no sería tal sin la gastronomía nacional donde la capirotada, los chiles rellenos, las torrejas, las tortas de camarón, el pescado en todas sus denominaciones, las lentejas y claro aquí en nuestro Estado la maravilla de mariscos dan el toque sincrético de una época del año que el mexicano la arropa con su fe y su idiosincrasia tan vasta y llena de ricas y bellas tradiciones.

 

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